Molly Katchpole y Pablo Herreros eran unas personas anónimas hasta que hace unas semanas se convirtieron en auténticos héroes del activismo ciudadano. Estos dos jóvenes han servido de catalizadores de un movimiento imparable que va a revolucionar la relación entre las empresas y los consumidores. Molly ha forzado a toda la banca americana a rectificar, y Pablo ha provocado que decenas de anunciantes boicoteen los programas basura de la televisión.
Sus acciones son un claro ejemplo del poder que las redes sociales otorgan a los consumidores. Esto ha permitido que una sencilla niñera y un atrevido bloguero hayan sido capaces de movilizar a miles de personas contra grandes imperios empresariales.
Molly Katchpole es una estudiante americana de 22 años que trabaja como niñera para pagarse sus estudios. Bank of America, el mayor banco de Estados Unidos por activos, comunicó a Molly que a partir del 1 de enero implantaba una nueva comisión mensual de 5 dólares a sus clientes por el uso de tarjetas de débito. Toda la banca americana iba a hacer lo mismo.
Molly se indignó ante lo que consideraba un abuso de unas entidades que han sido rescatadas con el dinero de los contribuyentes. No podía entender cómo Bank of America le quería cobrar una comisión por tener acceso a su propio dinero; a ella, que a duras penas llegaba a fin de mes.
Nuestra querida indignada recurrió a la página web Change.org para iniciar una petición de firmas contra el banco y logró recolectar más de 300.000, con la meta de llegar al medio millón. La campaña se propagó rápidamente en redes sociales como Twitter y Facebook, y se desató una gran presión social contra esas nuevas comisiones dado que los medios de comunicación tradicionales también se hicieron eco de la indignación popular.
Bank of America se vio obligado a rectificar y canceló su intento de cobrar por las compras y transacciones efectuadas con las tarjetas de débito. Otros bancos como SunTrust Banks, Wells Fargo y JP Morgan también se vieron forzados a abandonar la nueva comisión.
Con su acción, Molly demostró que la gente puede influir en las grandes corporaciones y obligar a los bancos a rendir cuentas. Y esto es sólo el comienzo, porque campañas de presión similares pueden forzar a los poderes públicos a tomar más en consideración la opinión de los ciudadanos. Las revueltas árabes y el movimiento 15-M son buenos ejemplos de ello.
A nivel más doméstico, el bloguero experto en comunicación Pablo Herreros también inició su particular cruzada contra los programas basura de la televisión. Herreros se indignó con la entrevista que el programa La Noria, de Telecinco, emitió con la madre de El Cuco, condenado por encubrimiento en el caso de Marta del Castillo. Resultaba vergonzoso que el familiar de un criminal apareciera en televisión, y encima cobrara 10.000 euros por ello.
Pablo Herreros colgó en su blog el nombre de las marcas que se anunciaron en La Noria y redactó una carta en la plataforma Actuable para que la gente se adhiriera y pedir a esos anunciantes que dejen de apoyar contenidos televisivos que rozan la ilegalidad. La iniciativa se propagó como la pólvora en Twitter y a los pocos días más de 9.000 personas habían firmado la carta.
Los anunciantes también reaccionaron rápidamente y marcas como Campofrío, Puleva, Bayer, Nestlé, President, Hero, Panrico Donuts y Queso Milner decidieron retirar su publicidad de La Noria. Todos ellos han dicho que desconocen los contenidos de los programas que coinciden con su publicidad, pero que una vez conocidos han decidido cortar por lo sano, porque la emisión de ese tipo de programas va en contra de los principios corporativos de cualquier compañía. Algunas empresas ya se han dirigido a sus centrales de compra de medios para pedir no anunciarse en determinados programas porque podrían dañar su reputación corporativa.
Los casos de Molly Katchpole y de Pablo Herreros deben hacer reflexionar a las empresas de que no todo vale a la hora de hacer negocios, y que enfrente ya no tienen a consumidores solitarios e indefensos. El activismo ciudadano va a ir a más y va a afectar a todos los ámbitos de la actividad. En Japón, por ejemplo, hay más de 30.000 amas de casa que todos los días cuelgan en una web los productos en oferta de los supermercados, lo que está provocando una auténtica revolución porque los responsables de los comercios se han visto obligados a entrar en el juego, e intentan mantener su clientela pujando por el precio más bajo.
Molly Katchpole y Pablo Herreros han demostrado que los consumidores ya no están indefensos y que cuentan con las redes sociales para hacer oír su voz.
Fuente: expansion.com